domingo, 8 de enero de 2012

LA SECTA DE LOS TESTIGOS DE JEHOVÁ, CONTRA LA NAVIDAD



1. Los testigos de Jehová, contra la Navidad.

Con motivo de la reciente celebración de la Navidad, Luis Santamaría del Río, miembro de la Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas (RIES), ha publicado una serie de artículos sobre esta fiesta cristiana y el rechazo que hacen de ella los testigos de Jehová. Reproducimos a continuación los tres artículos, que han sido publicados en la revista religiosa electrónica En Acción Digital.
Una mirada a “su” Biblia
“Jehová santificará su gran nombre en Armagedón”. Éste era el título de la conferencia que se pronunció en la asamblea de circuito de los testigos de Jehová que tuvo lugar en Jaén… ¡el pasado 25 de diciembre! Desde luego, no es lo más navideño. Los miembros de este movimiento destacan –entre otras muchas cosas de las que presumen– por no celebrar el nacimiento de Cristo. Ni en esta fecha ni en ninguna.
Como escribía el ex-adepto Antonio Carrera en uno de sus variados libros sobre la secta, “en su propósito de aparentar ser puros y no contaminarse con nada de origen pagano, alegan que siendo Navidad una fiesta que no está señalada en la Biblia, no debe celebrarse”. En el número de la revista ¡Despertad! correspondiente a este mes de diciembre de 2011 han publicado un artículo sobre la tradición del árbol de Navidad, que achacan al paganismo. Pero será bueno que nos acerquemos a lo que han publicado en estos últimos años sobre las fiestas navideñas para descubrir la razón de su rechazo y de su militancia.
En sus revistas suelen iniciar el tratamiento de este tema con una constatación de las degeneraciones a las que está llevando la celebración de la Navidad, vaciándose de su contenido originalmente religioso. No les falta razón en sus críticas aunque, como siempre, sólo ven el lado negativo del asunto para, como dice la expresión castellana, ir llevando el agua a su molino, y lograr así el asentimiento del lector. “¿Espera usted con ilusión la Navidad, o se inquieta cuando se va acercando?”, comienza preguntándose uno de estos artículos demoledores con el “espíritu navideño”, que destaca los aspectos comerciales de estas celebraciones.
El grueso de su discurso lo integran los relatos de los evangelios de la infancia de Jesús (“el apóstol Mateo” y “el discípulo Lucas”). Hasta aquí, todo bien. O eso parece. Porque se trata de su propia traducción, la llamada Versión del Nuevo Mundo de las Santas Escrituras, cuyas muchas manipulaciones y falsificaciones han sido expuestas por los expertos. Para un católico que lea los textos citados por los testigos de Jehová en torno al nacimiento de Cristo llama la atención, por ejemplo, la expresión “hemos venido a rendirle homenaje” en labios de los magos de Oriente al llegar a Jerusalén (Mt 2, 2). Si uno va a los textos originales, se encuentra con la forma verbal “proskynesai”. Expresión que se repite en el versículo 11 (“prosekynesan”, adoraron), y cuya frase omite, curiosamente, el repaso bíblico que hace la revista ¡Despertad! en su número de diciembre de 2010.
Si bien es verdad que es un término empleado en muchos textos de la Antigüedad para referirse al trato al soberano, también es cierto que a aquellos reyes se los adoraba como dioses o semidioses. No es casualidad que la Vulgata traduzca al latín la frase evangélica así: “venimus adorare eum”, con un sentido claro de adoración. Sentido que la secta quiere dejar lo más lejos posible, dado su rechazo radical de la divinidad de Cristo. Un verbo, “proskyneo”, que aparece 54 veces en el Nuevo Testamento, y que si bien puede entenderse como un simple “rendir homenaje”, en el contexto bíblico se utiliza con un claro sentido de adoración, algo subrayado por el hecho de que casi la mitad de las referencias sean del libro del Apocalipsis, dirigidas tanto a Dios como al Cordero (y a los ídolos). En el cristianismo oriental, sin ir más lejos, el término “proskynesis” se refiere a la veneración debida a los iconos, superior a la simple veneración, aunque sin llegar a la verdadera adoración (“latreia”) que sólo puede tributarse a Dios.
La cuestión del posible origen pagano
Hecho este excursus sobre un término ciertamente importante, continuemos con nuestra revisión de la deconstrucción jehovista de la celebración de la Navidad. El asunto más importante para la teología del grupo es la fecha, centro de sus obsesiones. “¿Nació Jesús realmente un 25 de diciembre?” es la cuestión que se repite en torno a este tema crucial. Y la respuesta es: “podemos estar seguros de que no nació un 25 de diciembre”. Hasta aquí, nada que sea un problema para la fe cristiana, a la que poco importa la fecha del nacimiento del Salvador. En Oriente se celebra el 6 de enero y no pasa nada. Sin embargo, el razonamiento seguido es el típico de una crítica poco documentada y escasamente puesta al día. Parten del razonamiento ampliamente aceptado de que en diciembre los pastores no podrían haber estado con los rebaños al aire libre, pero enseguida lo mezclan con la tesis del origen pagano de la fecha establecida para la Navidad.
Este tema precisaría de mucho espacio, del que aquí no dispongo, así que lo resumiré en lo posible. De todos es sabido que el 25 de diciembre coincide con el final de la celebración pagana, ampliamente difundida en la antigua Roma, de las fiestas del solsticio de invierno, las denominadas Saturnales, según el calendario juliano, anterior al nuestro (gregoriano). Es la época en la que terminan esos días tan cortos y se pasaba a saludar a un sol renacido y más potente, que el día 25 se veía personificado en el dios oriental Mitra, asumido en el panteón imperial y de culto muy difundido. Según esta tesis, la Navidad no sería más que una cristianización de esta importante conmemoración romana, aprovechando además la calificación de Jesús como el Sol invicto y el Sol de justicia. Ya que no pudieron acabar con la “fiesta enemiga”, los cristianos, en un momento de progresivo ascenso social, la habrían asumido y transformado.

Una  teoría que ha cobrado fuerza es la que se basa en una antiquísima tradición que afirmaba que Jesús habría muerto el mismo día del año en el que fue concebido: el 25 de marzo. Sumándole 9 meses de gestación, llegamos de nuevo al 25 de diciembre. Apoyando esta teoría, los autores observan cómo en Oriente, tomando pie en otro calendario diferente, que situaba la pasión de Cristo el 6 de abril y la identificaba también con la fecha de la encarnación en el seno de María, la Navidad se traslada al 6 de enero.
Para no dejarnos ninguna de estas teorías tan interesantes, la última importante que señalan los historiadores es la que se basa en la espiritualidad judía y que ha recordado recientemente Luis Antequera: Cristo habría nacido el mismo día que Adán. Según explica este autor, citando a un importante rabino de la Antigüedad, el primer hombre habría sido creado el 25 del duodécimo mes del año hebreo. Algo que casaría con el paralelismo que se estableció desde un principio en la teología cristiana entre ambas figuras, y que resume muy bien Pablo al llamar a Cristo el “nuevo Adán”.
Este excursus ha sido mucho más largo que el primero. Pero creo que ha valido la pena. ¿Para qué ha servido? Fundamentalmente, para poner en duda la tan extendida tesis de la cristianización de la fiesta pagana que supondría, en un ejercicio de hábil sincretismo eclesial, la Navidad. Una tesis asumida acríticamente por unos testigos de Jehová empeñados en rechazar la celebración cristiana del nacimiento de Cristo. Como no hemos hecho más que empezar, continuaré en un artículo posterior.
Los magos de Oriente
Después de haber comentado en el artículo anterior dos cuestiones concretas sobre la deconstrucción jehovista de la celebración del nacimiento de Cristo (a saber: la minimización del verbo empleado en el evangelio de Mateo para la adoración de los magos y la acrítica aceptación de la tesis que explica la Navidad como la cristianización de una fiesta pagana), continuamos con la revisión de esa manía tan profunda que le tienen los testigos de Jehová a esta fiesta.
Otro tema que abordan en sus publicaciones es el de los “reyes magos”. Dice la literatura jehovista –con razón– que en la Biblia no se encuentra el número de tres, que no eran reyes y que posiblemente “visitaran” a Jesús para “rendirle homenaje” (recordemos que de adoración, según éstos, nada de nada) ya no en el establo, sino en casa, un tiempo después de su nacimiento. A estas alturas de la vida, cualquier cristiano mínimamente formado sabe distinguir en este asunto concreto lo que aparece en el relato evangélico y lo que son añadidos posteriores de las tradiciones piadosas, que se basan muchas veces en los escritos apócrifos, y que tienen un cierto valor, aunque no pertenezcan al depósito de la Revelación. Pocos problemas tendrán para que les escandalicen estas afirmaciones de los testigos de Jehová, cuando en muchas parroquias católicas se canta en torno a la solemnidad de la Epifanía: “no sé si eran reyes, no sé si eran tres, lo más importante es que fueron a Belén”.
Como acentúan que se trata de “astrólogos paganos”, destacan la condena que hace el Antiguo Testamento de sus prácticas. Y, frente a toda la tradición cristiana, que ha visto en la estrella un signo de guía divina, explican que el astro extraordinario que guió a esta mala gente oriental “fue una artimaña siniestra de Satanás, que es capaz de tales manifestaciones”. ¿Cómo han llegado a esta conclusión? Precisamente por la anormalidad de la aparición de la estrella y por guiar primero a los magos hasta el rey Herodes, y no hasta Jesús.
Y añaden a su razonamiento: “resulta paradójico que en la punta de los árboles de Navidad se coloque un adorno llamado la estrella de Belén”. Eso es lo que llamamos matar dos pájaros de un tiro. O tres. Los astrólogos, malvados paganos dados a la magia –seguro que negra, con perdón de Baltasar–; la estrella, un invento del diablo; el árbol de Navidad, algo que no nos puede traer nada bueno. Cuando cualquier exégesis seria ve en el relato de Mateo el cumplimiento de las profecías que hacen confluir a todos los pueblos paganos en la adoración al Dios verdadero…
Otros elementos de la Navidad
¿A que el lector adivina el tema que viene después? Nada difícil al ver el hilo del discurso, y más aún tratándose de una secta fundada en los Estados Unidos de América: Papá Noel o Santa Claus. Después de explicar bien el origen de este personaje en San Nicolás de Mira, arzobispo en Asia Menor, los testigos de Jehová se despachan con una afirmación como ésta: “tanto desde el punto de vista histórico como bíblico, Santa Claus no tiene nada en común con Jesucristo”. Claro, sólo puede entenderse desde su perspectiva de que ellos son los únicos seguidores verdaderos de Jesús. San Nicolás, un pobre hombre errado en su vivencia de la fe.
Paso siguiente: los regalos. ¿Cómo los ve Jehová Dios? Pues fatal, obviamente. Y la literatura de la secta cuestiona la práctica directamente: “¿No le parece irónico que se engañe a los niños en una ocasión supuestamente dedicada a honrar a Jesús?”. Y vuelven al tema de las Saturnales, las fiestas romanas cuyo contenido de intercambio de regalos, “banquetes, borracheras y juergas desenfrenadas”, habría heredado la Navidad. Como la Sagrada Escritura exhorta a la generosidad, y Cristo afirmó que hay más alegría en dar que en recibir, y como el hecho de regalar en Navidad se vive a veces como una obligación y una carga, es malo hacer regalos en estas fechas. O al menos va contra la Biblia. Curioso razonamiento de aplicación de la Palabra de Dios.
¿Conclusión de todo esto? Es clara: “Cuando se examinan a la luz de las Escrituras, prácticamente todos los aspectos de la Navidad son de origen pagano o fruto de la distorsión de los relatos bíblicos”. No son más que enseñanzas de falsos maestros, hombres sin escrúpulos que “estaban más interesados en hacer agradable el cristianismo a las masas paganas que en enseñar la verdad”. Sinceramente, creo que no puede exagerarse más. No voy a ser yo quien defienda una Navidad vaciada de su contenido religioso, que se zambulle sobremanera en las aguas del neopaganismo ambiental, y sobre lo que ya he escrito en otro artículo. Pero pasar al extremo contrario de tachar toda costumbre navideña –y en el fondo la Navidad en su totalidad– es una verdadera exageración.
Un rechazo que va en aumento
Aprovechando la ocasión, no está de más una culpabilización de la Iglesia y, por extensión, del cristianismo en cualquiera de sus manifestaciones confesionales (falso para ellos). ¿Quiénes han sido esos falsos maestros, esos sinvergüenzas que han engañado a la pobre gente? A estas alturas del discurso ya ni hace falta que estas revistas difundidas por millones lo expliciten. Pero, por si no había quedado claro, lo dejan por escrito: las autoridades eclesiásticas, a las que “con el paso del tiempo llegó a interesarles más llenar los bancos de las iglesias que enseñar la verdad. Así que empezaron a hacer la vista gorda ante las prácticas paganas. Finalmente las adoptaron”.
Así comprobamos cómo la lectura fundamentalista de la Escritura –de una Escritura en gran medida tergiversada– les lleva a tachar de supersticiones y costumbres paganas todo lo que se separe lo más mínimo del texto bíblico, mezclando indiscriminadamente lo que fue adoptado tempranamente por la Tradición y las tradiciones de la Iglesia con lo que son indudablemente elementos ajenos al cristianismo. El catálogo de lo rechazado es amplio, y abarca todas las culturas y modalidades de celebración, ya sean las Posadas iberoamericanas, el roscón de Reyes, el Nacimiento, las cabalgatas, el turrón o las señaladas con anterioridad.
En La Atalaya del 15 de diciembre de 2000 el Cuerpo Gobernante de los testigos de Jehová no sólo alude a las Saturnales como origen de la Navidad, sino que afirman que “muchas personas que desean regirse por la Biblia han descubierto que ciertas tradiciones latinoamericanas no son más que ritos aztecas”, y para fundamentar este hallazgo revelador citan… ¡un periódico mexicano! No encontrarían ningún historiador de guardia, suponemos.
Con el árbol de Navidad pasa otro tanto. Aunque en algunas de sus publicaciones, junto al ya cansino estribillo del origen pagano, reconocen el hondo sentido religioso que se le ha dado en la tradición católica, al final vuelven a condenarlo por su trasfondo extraño al cristianismo y por la supuesta adoración a la naturaleza que trae consigo. Todo esto, acompañado de una fotografía del árbol colocado cada año en la Plaza de San Pedro del Vaticano, apunta en la misma dirección que el resto de sus discursos antieclesiales en los que se presentan como los verdaderos guardianes del cristianismo bíblico.
Como constato que el tema no está agotado, y el planteamiento teórico –y la vivencia práctica– de la Navidad por parte de los testigos de Jehová es más importante en el fondo de lo que puede parecer a primera vista, y traspasa las fronteras de lo anecdótico, continuaré en un artículo posterior.
Los testigos de Jehová sí celebraban la Navidad
Después de haber repasado con cierto detenimiento el proceso de acoso y derribo que los testigos de Jehová ejercen contra la celebración del Nacimiento de Cristo, va llegando el momento de dar por terminada una serie que podría alargarse más allá de lo necesario si se entra en cada detalle. Quiero plantear dos cuestiones importantes y que pueden servirnos como conclusiones. La primera se refiere a la historia de la secta y la continuidad o no de sus razonamientos doctrinales y prácticos. La segunda consiste en preguntarnos por las verdaderas motivaciones que llevan al jehovismo a esta deconstrucción de la Navidad.
Empezando por la primera cuestión, podríamos formularla así: ¿los testigos de Jehová han rechazado siempre las celebraciones navideñas? La respuesta no sorprenderá a los conocedores de las interioridades del movimiento y a sus críticos, pero puede que sí a los adeptos. Porque la respuesta es: “no”. Como tantas otras cosas controvertidas de la secta, cuyas posturas han variado radicalmente a lo largo de los años. Intentan explicar lo inexplicable desde una tesis que podríamos llamar de “revelación abierta o inconclusa”, y que ellos denominan “iluminación espiritual”, mediante la cual se sienten en la misma posición que los primeros cristianos, ya que “el espíritu de Dios descansa sobre su organización”. De esta manera pueden desdecirse de fechas puestas para la segunda venida de Cristo y plantear otras, prohibir prácticas y levantar prohibiciones con la misma facilidad con la que retuercen la interpretación de la Biblia o manipulan groseramente su traducción.
Yendo a lo que nos interesa: gracias a ese gran archivo de información que trae consigo Internet, cualquiera puede echar una ojeada a varios documentos muy interesantes sobre los orígenes de los testigos de Jehová. Unos documentos muy valiosos, escritos y fotográficos, que nos revelan que los dirigentes del grupo celebraron la Navidad y alentaron la celebración. Así, podemos ver tarjetas de saludo navideño y felicitación con el membrete de la Watchtower Society (por cierto, una cruz coronada y laureada, esa cruz que también ahora rechazan como algo puramente pagano), y firmadas por su fundador, Charles T. Russell; fotografías de los integrantes de la sede central de la secta en torno a la mesa en la mañana de Navidad; anuncios escritos y artículos de sus revistas, etc.
Entre otras cosas, hacían ofertas especiales de los libros de la organización para regalar en Navidad, cuando ya hemos visto qué piensan tanto de la celebración como de los regalos. Por sorprendente que parezca, no he podido encontrar en las publicaciones actuales de los testigos de Jehová ninguna explicación de esta contradicción, ningún pronunciamiento oficial que desmienta estas pruebas como falsas o que justifique o disimule de algún modo el malvado paganismo que profesaron los primeros miembros del movimiento.
Una motivación profunda: su cristología
La segunda cuestión que pretendo aclarar en este artículo es la motivación profunda para este rechazo de la Navidad, dado que tantas energías les supone volver una y otra vez a insistir en él cada año en las revistas y caminar a contracorriente del cristianismo, puesto que ellos se consideran erróneamente cristianos. Y estoy convencido de que son dos las razones de fondo: una dogmática y una práctica. La primera razón, la dogmática, no es más que la heterodoxia bien conocida de los testigos de Jehová.
No desprecian la Navidad simplemente porque lo hagan con todos los cumpleaños. El ensañamiento no es mayor simplemente porque sea el aniversario más celebrado por la humanidad. Aún siendo ciertas estas motivaciones, la principal es su consideración neo-arriana de Jesús de Nazaret, al que despojan de la divinidad y “expulsan” del Dios trinitario revelado por Él (una Trinidad que, otra vez, para ellos no es más que un invento pagano extraño a la Escritura).
Para decirlo más claramente: los testigos de Jehová rechazan la Navidad porque es una celebración que, se mire por donde se mire, y a pesar de los extremos de vulgarización a los que se ha llegado en nuestro mundo contemporáneo, señala a la divinidad de Cristo. Ya sea en la posible cristianización de una fiesta romana (por la que asume el papel que tenía en la celebración pagana el dios solar, o un dios persa que moría y resucitaba), en la adoración de los magos, en el sentido cosmológico del árbol de una creación entera señalando al Mesías, en la práctica de los regalos debida al gran regalo que ha hecho Dios, y que no es otro que Él mismo viniendo a acampar entre nosotros; o, en el fondo, en la denominación de la criatura nacida en Belén como “el Niño Dios”, algo verdaderamente chirriante para los oídos de cualquier miembro de la confesión jehovista. Celebrar la Navidad es celebrar la Encarnación del Verbo de Dios (Emmanuel: Dios con nosotros; Jesús: Dios salva), y eso lo han entendido muy bien los dirigentes de la secta, que siguen buscando por doquier que sus adeptos no participen de esta fiesta, ni siquiera en sus aspectos más externos.
La otra causa: su segregación
La segunda razón de fondo, nada teológica como sí lo era la anterior, es práctica: se trata de uno de los elementos de control social de la organización Watchtower, que rige los destinos de los testigos de Jehová. Un elemento que se une a otras prohibiciones internas que, bajo la capa de un cumplimiento estricto de los preceptos bíblicos, oculta un gran interés en separar rigurosamente a los adeptos del resto de la sociedad para un mayor control por parte del llamado Cuerpo Gobernante. Identifican las normas de la secta con la voluntad directa de Jehová Dios, al que ponen en contra del servicio militar y cualquier otra práctica que honre a la nación o a las instituciones (bandera, himno, etc.), de cualquier aniversario (aunque sea el del matrimonio celebrado bajo sus directrices, o del propio cumpleaños en familia), de las fiestas sociales, de las competiciones deportivas, de las transfusiones de sangre, de las imágenes religiosas, etc.
Y al señalar esta segunda razón, me viene a la memoria que todo este tratamiento de los testigos de Jehová y la Navidad venía a cuento de un artículo que publicó en estos días pasados el diario El Mundo. En él se presenta el testimonio de una familia jehovista, que explica por qué no celebra el nacimiento de Cristo. Con el mismo argumento –tal cual– que emplea la literatura del movimiento. Y cuentan que no han tenido problema alguno con los profesores de sus hijos, que han integrado perfectamente en el ritmo del colegio la presencia de unos niños que no conmemoran la Navidad.
Por los mismos días, una maestra me contaba cómo un alumno –testigo de Jehová– de tan sólo 4 años se tapa los oídos cada vez que sus compañeros cantan el “Cumpleaños feliz” con ocasión del aniversario de algún chaval. Igual que con la Navidad, separar para controlar, haciendo las cábalas más extrañas para fundamentarlo todo en la Biblia. Como ocurre siempre en los testigos de Jehová, una teología deficiente para una ética totalmente irregula

No hay comentarios:

Publicar un comentario