jueves, 11 de julio de 2013

LA GRACIA Y MARÍA SANTÍSIMA

Fortaleza mia

Con el fin de que podamos ser preservados en la vida de la gracia, necesitamos fortaleza espiritual para resistir a los muchos enemigos de nuestra salvación. Ahora bien, esta fortaleza sólo puede obtenerse por medio de María, María es la torre que se habla en los Cantares sagrados: Tu cuello, como la torre de David, construida con baluartes; mil escudos penden de ella, toda la armadura de los hombres valientes Ella es como una fortaleza bien defendida en defensa de. Sus amantes, que en sus guerras hagan uso de ella. En ella, ¿Sus devotos encuentran todos los escudos y armas, para defenderse contra el infierno.





                                                   BAR                           María, nuestra vida, nos obtiene la Perseverancia

BAR


GRACIA:







Gracia, es más bien una cadena de gracias, y todas ellas unidas forman el don de la perseverancia. A esta
cadena de gracia a de corresponder otra cadena de oraciones y por tanto si rompemos la cadena de la oración, rota queda la cadena de la gracia que han de obtenernos la salvación, y estaremos totalmente perdidos, tengamos en cuenta, por verdad, que la perseverancia final es gracia que nosotros no podemos merecer. Así nos enseña el sagrado Concilio de Trento con estas palabras: Solo puede otorgarla Aquel que tiene poder para sostener a los que están de pié y hacerles permanecer así hasta el fin.

San Agustín replica: Este gran don de la perseverancia, con la oración se puede merecer, a esto añade un Padre que el que reza infaliblemente lo consigue.
Santo Tomás sostiene: Después del bautismo es necesaria la oración continua y perseverante para que el
hombre pueda entrar al reino de los cielos.
Pero antes que todo nos repitió esto mismo muchas veces nuestro Divino Salvador cuando decía: Es menester orar siempre y no desmayar nunca. Vigilad por tanto, orando en todo tiempo, a fin de merecer el evitar todos estos males venideros y comparecer con confianza ante el Hijo del hombre.

Antiguo Testamento: Nada te detenga de orar siempre que puedas. En todo tiempo bendice al Señor y pídele que dirija Él los caminos de tu vida. 
Por esto el Apóstol exortaba a los primeros discípulos a que nunca dejaran la oración y velad en ella.
Quiero que los hombres recen en todo lugar.
San Nilo decía : Puede darnos el Señor la perseverancia y la salvación eterna, mas no la dará sino a los que
se la piden con perseverante oración. Hay pecadores que con la ayuda de la gracia de Dios se convierten, más dejan de pedir la perseverancia y lo pierden todo.
Oración:
Dulcísima Virgen María, a quién con inefable amor me encomendó, en la persona de su querido discípulo San Juan tu divino Hijo pendiente de la Cruz: Permite que te encomiende yo también mi alma con todas sus potencias, mi cuerpo con todos sus sentidos, mi vida con todos sus actos, pensamientos, palabras y obras; pero muy en particular aquel último y crítico momento del cual pende mi suerte por toda la eternidad. Y ya que en tu felicísimo tránsito mereciste ser visitada y conducida al Cielo por tu Santísimo Hijo, te suplico, oh tierna Madre del amor hermoso, te dignes asistir a mi tránsito con maternal
piedad, y no te separes un solo instante de mi.Porque así como confío morir santamente con tu auxilio, así temo ¡ ay ! perecer para siempre, si muero sin ti.Pues ¿ como, siendo yo tan débil y fragil, resistiré a tantos y tan terribles asaltos del común enemigo. Si Tú vencedora del infierno no estuvieses conmigo? ¿ como sostendré yo aquel estrechísimo juicio. Si Tú, Madre del Juez y Madre mia, no me acompañas y eres mi abogada? ¿ como podré sufrir la pena de mis gravísimos e imnumerables pecados, si Tú no los excusas delante de tu amantísimo Hijo, y no me alcanzas por ellos perdón?
Inclina por tanto tu oído a mis humildes súplicas, oh Madre amorosísima, asistidme en mi última agonía y no me desampares en aquel angustioso trance. No me niegues esta petición, que con todo afecto de mi corazón te dirijo: Otorgádmela, te suplico, por aquel amor con que asististes a tu Hijo moribundo,por aquellas amargas
lágrimas que derramastes cuando le viste inclinar la cabeza y expirar en la Cruz por mi amor. 
No, Madre mía, no sea malograda una Sangre de tanto valor; sino haz que libre de las asechanzas del demonio, muera yo bajo tu protección y amparo, y vaya contigo a gozar de la celestial bienaventuranza. Amén.
María, Mater gratiae
Dulcis Parens clementiae,
tu has ab hoste protege,
Et mortis hora suscipe,
No me dejes Madre mía morir sin tu bendición.




 

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